Tomar acción
Por Gladys Villalobos*
La psicología clasifica seis emociones primarias: alegría, sorpresa, ira, tristeza, aversión y miedo. El miedo es una emoción básica del ser humano. La función principal del miedo es la supervivencia. Sin el miedo, no advertiríamos el peligro y pondríamos en riesgo nuestra vida.
Pero ¿qué sucede con el miedo disfuncional? Miedo disfuncional, el que nos paraliza, el que nos limita a dar un paso, a iniciar una nueva etapa. Cuántas veces no hacemos lo que deseamos: un viaje, un negocio, una relación, una nueva actividad, cantar en el karaoke, bailar en público, hacer un video, incluso una foto por miedo. Miedo gestado por nuestra expectativa, ideología, por la formación familiar, por los estándares sociales, por nuestras creencias, por ego, por nuestro gendarme interior; miedo al rechazo, al fracaso, a la crítica, al juicio, al dolor o a la felicidad.
“Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados. Nuestro miedo más profundo es el ser poderosos más allá de toda medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.
Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? Más bien, la pregunta es ¿Quién eres tú para no serlo? Eres hijo del universo. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para poner de manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros, como lo hacen los niños. Has nacido para manifestar la gloria divina que existe en nuestro interior. No está solamente en algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás” nos dice la escritora estadounidense Marianne Williamson.
Durante algunos años, mis responsabilidades laborales me llevaron a ser maestra de ceremonias de muchos eventos de diferentes indoles, audiencias y cantidad de personas. Siempre, al tomar el micrófono para iniciar, me temblaba la pierna izquierda por unos segundos que parecían eternos. Este movimiento involuntario intervenía en mi concentración. Cuando me percate que era una constante opte por dos cosas: la primera, aceptarlo y respirar profundamente. Es real que la respiración es un bálsamo. Segundo, tomar el micrófono minutos antes de iniciar y dejar que ese movimiento involuntario pasara, así cuando empezara a hablar ya habría desaparecido.
Con ello aprendí que lo esencial para mi no era negarlo ni negarme a mi misa, sino aceptarlo, digerirlo, conocer el origen del miedo y tomar acción sobre él. Ser amable conmigo misma fue esencial para no renunciar y disfrutar ¿reconoces alguna situación similar en tu vida?
“Lo Extraordinario de lo Cotidiano”, un espacio donde cada día es un motivo. Valoro tu tiempo.
*Cachanilla de nacimiento, comunicóloga de profesión, amante del cuerpo por vocación. Crecí análoga, me convertí digital. Asesora en Comunicación, Redactora de Contenidos, Fotógrafa. Mi sitio: gladysvillalobos.wordpress.com/
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