“Un país donde el ejército tiene tal influencia corre el riesgo de perder su carácter constitucional y republicano y esto es indudablemente el peligro mayor que vive nuestro país”
Por Gustavo de
Hoyos Walther*
Quiénes hoy están en el poder en México solían, como oposición, quejarse de lo que consideraban políticas militaristas de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. No es el momento de hacer una evaluación de ellas, pero sí hay que decir que nunca el proyecto de estos dos gobiernos entrañó otorgarle la gestión de actividades que deben ser realizadas por civiles a las fuerzas castrenses.
Cualquier comparación entre el paradigma obradorista y el de los gobiernos anteriores tiene que tomar en cuenta este rasgo importantísimo del modelo obradorista, sin el cuál no se puede entender su naturaleza.
Seguramente los historiadores del futuro nos darán a conocer de una mejor manera cómo un gobierno que prometió regresar al ejército a los cuarteles le ha otorgado a ese ejército un poder que no ha tenido, quizás en toda la historia de México.
El tipo de militarización promovida por el actual régimen debería preocuparnos a todos debido a que viola flagrantemente uno de los preceptos fundamentales del liberalismo y del republicanismo. A saber: que debe existir una frontera inexpugnable entre las esferas que corresponde al ámbito militar y al ámbito civil.
Durante el periodo posrevolucionario y el de la transición a la democracia, México pudo mantener la separación entre ambos. Esto ha sido visto como uno de los rasgos más virtuosos del sistema político mexicano hasta ahora. Debido a él, México pudo evitar las asonadas militares que fueron, durante varias décadas, un padecimiento de varios regímenes en América del Sur.
El obradorismo ha liquidado ese estado de cosas y aún no sabemos qué consecuencias habrá en el porvenir cercano.
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Hoy el ejército administra aeropuertos, aduanas, infraestructuras de transporte terrestre, fuentes de energía y muchas otras actividades que, al tener el mercado como su espacio de actuación, debería ser realizada por el sector civil.
Esta invasión de la esfera no militar por parte del sector militar no es pequeño. Lo contrario es lo cierto. De acuerdo con México Evalua, el presupuesto destinado a la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina y la Guardia Nacional es 4.5 mayores que las destinadas a las Secretarías del ámbito civil. No sólo eso, sino que mientras en 2018 las fuerzas armadas controlaban el 3 por ciento de la inversión pública, en el proyecto para 2024, esto pasará a ser el 20 por ciento.
Se trata de un crecimiento más que exponencial del gasto militar que ahora es la quinta parte de toda la inversión pública del país. Una verdadera elefantiasis militar del Estado mexicano.
Un país donde el ejército tiene tal influencia corre el riesgo de perder su carácter constitucional y republicano y esto es indudablemente el peligro mayor que vive nuestro país. Sería una gran ironía de la historia que los progresistas de izquierda que llevaron al poder a López Obrador en 2018, hayan contribuido como nadie a que en México se establezca un régimen militar que tanto criticaban en América del Sur en los años 60s y 70s. Pero aquí estamos.
*Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).
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