Por Antonio Baranda
A las 14:16 horas el Presidente Andrés Manuel López Obrador observó su reloj sobre la Calle Madero, a unas cuadras del Zócalo.
Llevaba cinco horas marchando entre empujones, desorden y un operativo rebasado que no le permitió avanzar rápidamente, como era su intención.
Miles acompañaron ayer al Presidente a lo largo de la movilización, que por momentos pareció pasarela, pero el tiempo de traslado le cobró factura.
El tabasqueño encontró un Zócalo con huecos cuyo aforo se fue dispersando aún más mientras daba su discurso.
«Les pido paciencia, porque (el informe) va a llevar algunos minutos», dijo López Obrador, aunque cientos de asistentes ya se habían retirado y otros no tardarían en hacerlo.
El ‘operativo’
La Ayudantía, encargada de la seguridad del Presidente, fue incapaz de garantizar un avance fluido a lo largo del recorrido.
Tampoco fue suficiente el apoyo que brindaron militares vestidos de civil, escoltas de funcionarios públicos y elementos de logística del Gobierno de la Ciudad de México.
La «burbuja» en torno al Jefe del Ejecutivo se rompió una y otra vez debido a los simpatizantes que buscaban acercarse a base de empujones, empellones, codazos.
A las 7:00 horas, unos 15 elementos de la Ayudantía se reunieron frente al Ángel de la Independencia para afinar detalles del operativo.
Dos horas más tarde, cuando llegó el mandatario a la zona, los «ayudantes» comenzaron a verse rebasados.
López Obrador fue rodeado por decenas de simpatizantes sin que se lograra formar un cerco o cadena humana que le permitiera avanzar con libertad.
A paso lento, entre gritos de apoyo y desorden, el Presidente inició la marcha a las 9:15 horas, acompañado de las tres «corcholatas» de Morena rumbo a 2024.
-¿La marcha va servir para medir músculo entre las corcholatas?, se le preguntó al Canciller Marcelo Ebrard, aspirante a la candidatura presidencial.
«No es el objetivo, no; estamos haciendo causa común», respondió, «esta marcha es el apoyo popular a la cuarta transformación».
Pero Ebrard avanzó sólo unos metros al lado de las «corcholatas». Antes de llegar a la Glorieta de la Palma optó por dejar la vanguardia de la marcha, adelantarse y avanzar por su cuenta.
«Uffff, uffff, ayyy, no empujen», se quejaba la Secretaria de Medio Ambiente, María Luisa Albores, al tratar de seguir el paso de López Obrador, unos metros detrás de él.
Incluso, el Presidente fue empujado a centímetros del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien el sábado presumió que había revisado «los últimos detalles operativos de la histórica marcha».
Eso sí, López Obrador se detenía frecuentemente para saludar a la gente, alzar los brazos, levantar el puño y hasta recibir peticiones.
Sobre Paseo de la Reforma, un simpatizante le pasó una gallina que el tabasqueño levantó como en escena de la película «El Rey León»; también posó con un perro en brazos.
Al cruzar la antigua Glorieta de Colón, López Obrador aceleró el paso aprovechando una improvisada valla humana formada por simpatizantes.
Pero al llegar a Juárez, y después en Madero, el mandatario se volvió a atorar, pues la valla se rompía a pesar de los reiterados llamados, y gritos de la Ayudantía.
López Obrador llegó a la Plaza de la Constitución tras cinco horas de marcha y acompañado de una despeinada Claudia Sheinbaum, quien prácticamente no se le despegó, y de Augusto López.
Éste avanzó el último tramo con gesto serio, casi sin interactuar con la gente; en contraste, la Jefa de Gobierno iba saludando, tomándose «selfies».
El Zócalo
Al llegar a la Plaza de la Constitución, ya con huecos visibles, sobre todo en la zona sur, el mandatario volvió a encontrar obstáculos para llegar al templete.
Incluso, metros antes de arribar a la zona con vallas -que conducía al templete-, López Obrador se quedó atorado, sin poder avanzar, durante varios minutos.
El problema fue el mismo: un «encapsulamiento» que resultó insuficiente para contener a los simpatizantes y una valla humana que no se respetó.
Aunque López Obrador pidió paciencia para que lo escucharan, decenas siguieron abandonando el Zócalo por el tiempo de espera, el calor, el hambre y la necesidad de ir al baño.
Los asistentes se comenzaron a dispersar, por lo que, al tiempo que el Presidente hablaba del modelo que denominó «humanismo mexicano», los huecos ya eran más notorios y calles como 16 de Septiembre y 5 de Febrero lucían flujo constante de manifestantes en retirada.
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