Por Ricardo Raphael *
El movimiento político encabezado por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se parece cada día más a Saturno, el dios romano que devoraba a sus hijos. Conforme pasa el tiempo, los que eran los favoritos se van volviendo adversarios.
Por poner algunos ejemplos, vale mencionar a los exsecretarios de Hacienda Carlos Urzúa y Arturo Herrera; el antiguo jefe de la Oficina de Presidencia, Alfonso Romo; a la excoordinadora de su campaña y exsecretaria de Economía, Tatiana Clouthier; al exconsejero jurídico de la presidencia, Julio Scherer; al exsecretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú; o al exdirector del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, Jaime Cárdenas.
Todos tienen en común haber sido exiliados del movimiento por expresar opiniones contrarias al presidente. En esta lista quizá debería estar Ricardo Monreal, pero su caso es una excepción. De todos, es el único que ha diferido del mandatario y ha sobrevivido políticamente hasta este momento.
Es decir que, a pesar de sostener desacuerdos frecuentes, continúa siendo senador por el partido oficialista, Morena, y es su líder en la Cámara de Senadores. Cuando se abstuvo de votar la iniciativa presidencial que pretendía cambiar la naturaleza de la Guardia Nacional para convertirla en un apéndice de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), López Obrador lo acusó de estar “avalando la falsedad, hipocresía y la politiquería del conservadurismo de México”.
Monreal reaccionó diciendo que le parecía “una lástima” que el gobierno emanado del movimiento al que él pertenece sea el que ataque a los militantes o simpatizantes solo por pensar de manera distinta. En otro momento lamentó que haya insultos en su contra que provengan del interior de Morena, un movimiento que él ayudó a fundar, como los que ha proferido la gobernadora de Campeche, Layda Sansores.
La ruptura entre el presidente y el senador ocurrió desde 2018 cuando, según las propias palabras de Monreal, Morena lo quiso engañar con una encuesta fabricada para arrebatarle la candidatura a jefe de Gobierno de Ciudad de México con el objeto de entregársela a la actual mandataria, Claudia Sheinbaum.
En aquel entonces, después de una serie de negociaciones complicadas para evitar la renuncia de Monreal al movimiento, López Obrador ofreció interceder para que se convirtiera en líder de Morena en la Cámara alta.
Fue este acuerdo político el que le permitió a Monreal, desde entonces, ser respetado sin ser querido en Palacio Nacional. Respetado porque, gracias al cargo y también a sus habilidades políticas, ha logrado ser un negociador eficaz a la hora de acordar temas fundamentales con la oposición, al tiempo que ejerce con libertad el derecho a expresar sus desavenencias con el líder del movimiento al que pertenece.
La votación en el Senado respecto a las leyes que pretendían adscribir a la Guardia Nacional a la Sedena es uno de varios ejemplos interesantes. De acuerdo con Monreal, la única manera de cambiar la naturaleza civil de este cuerpo de Policía era a través de una reforma constitucional, que no se presentó como iniciativa del Ejecutivo porque no habría logrado conseguir los votos necesarios.
Para no contrariar su convicción y, al mismo tiempo, no votar en contra del sentido mayoritario de la fracción parlamentaria que él lidera, Monreal tomó la decisión salomónica de abstenerse, pero al mismo tiempo hizo público un documento sobre las razones que le impedían apoyar al presidente en este tema. Fue tan contundente en sus reflexiones que por eso López Obrador reventó y lo acusó de complicidad con sus adversarios “los conservadores”.
Un par de semanas después, Monreal probó que, a pesar del desafecto presidencial, no era una pieza desechable del tablero político cuando pudo sacar adelante en el Senado la iniciativa destinada a prolongar hasta 2028 el mandato de las Fuerzas Armadas en funciones de seguridad pública.
Este éxito enfureció todavía más los ánimos dentro de su movimiento, al punto en que la gobernadora Sansores —en connivencia tras bambalinas con no sabemos quién más— denunció a Monreal de jugar con deslealtad política. La difusión de unas supuestas comunicaciones entre el senador morenista y el líder nacional del Partido Revolucionario Institucional, Alejandro Moreno, obtenidas de manera ilegal, llevaron a que presentara una denuncia penal en contra de Sansores.
Al actuar de esta manera, desafió una vez más los intentos por derrotarlo políticamente. Nadie entre los demás personajes apartados del morenismo había llegado tan lejos en la defensa política de su libertad y aspiraciones.
Monreal insiste cuantas veces puede que su único pecado ha sido pensar diferente, pero que no está dispuesto a ser acusado de traidor ni tampoco empujado a dejar el movimiento, como tantos otros han hecho, por la puerta trasera. Lo que ha hecho en realidad es doblar la apuesta del diferendo promoviendo su candidatura para la presidencia de la República a partir de un discurso que ha logrado distinguirse respecto al resto.
Ese discurso se hebra por dos hilos en apariencia contradictorios: el del opositor y, a la vez, el del hombre leal con un movimiento que, según su convicción, él ayudó a fundar de la mano de López Obrador hace 26 años. Aunque arriesgada, esta mezcla de argumentos ha sido virtuosa. Por un lado, ha logrado prolongar el momento de la ruptura y, al mismo tiempo, se desmarca de López Obrador haciendo una crítica abierta a su falta de respeto a las leyes y la Constitución, al abuso de la prédica del rencor, así como al desprecio por las prácticas políticas de la negociación y la reconciliación.
Al actuar de esta manera, Monreal se ha convertido en uno de los políticos más interesantes de la temporada. No está claro si su estrategia le permitirá conseguir la candidatura presidencial hacia 2024, pero ciertamente ha destacado como el mejor líder de la oposición, al tiempo que es el operador más eficaz con que cuenta el lopezobradorismo. Esta destreza de equilibrista probablemente terminará premiándolo de algún modo.
* Ricardo Raphael es periodista, académico y escritor mexicano. Su libro más reciente es ‘Hijo de la guerra’.
*Publicado y tomado del portal de https://www.washingtonpost.com/
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