– S I N P A R A N G Ó N –
Por Elena Sarabia
Lo ocurrido en México en 1848 no tiene parangón en la historia mundial.
Ninguna nación ha perdido 2.378.539 km2 (54,77%) de su suelo patrio en un lapso tan corto de tiempo en ningún periodo de la historia. Han podido ser perdidas colonias, protectorados o territorios de ultramar; nunca semejante superficie anexionada por otra nación, de suelo patrio en toda la historia mundial y en un periodo temporal tan breve.
Conviene diferenciar entre un proceso de «independencia» y otro de «anexión». La independencia significa que un territorio, con su población, se desgaja de la nación a la que pertenece y se convierte en un estado soberano. La anexión significa, llana y ramplonamente, que una nación soberana se apropia del territorio de otra nación soberana y lo hace suyo.
No se trata de hacer juicios de valor, sino de constatar unos datos objetivos de la historia, que están ahí y que deberían reclamar el interés de los estudiosos de la historia y del público en general. No ha habido otro acontecimiento similar en toda la historia del mundo; sin embargo, llama la atención que, en demasía, se pase sobre él como de puntillas. ¿Hay algún interés poderoso que presione para empequeñecerlo o esconderlo? ¿Alguien mueve los cordeles entre bambalinas para frenar o detener su difusión?
La mayor anexión de suelo patrio de la historia mundial ha sido la mexicana. Lo cual cambió el rumbo del curso histórico posterior. Nueva España/México que estaba llamado a ser la potencia de América entró en una vía de crisis interminables. Estados Unidos se fue elevando a gran potencia mundial merced a esa expansión y, de ese modo, decantó los acontecimientos del siglo XX.
Estados Unidos consigue conectar la costa este con la costa oeste en virtud de la impresionante construcción del ferrocarril y, con ello, se enlazan dos océanos. El tráfico de personas y mercancías se multiplica de un modo descomunal. Los yacimientos de petróleo de Texas sirven de sustento y empuje para el formidable desarrollo económico e industrial de los Estados Unidos. La posición geoestratégica de estos territorios es envidiable e incomparable. Las riquezas naturales que atesoran sobrepasan todos los márgenes.
Si bien se piensa, parece una pesadilla, un cuadro surrealista o una película de terror, reflejar que haya sucedido un hecho histórico de esa colosal magnitud. California, Nevada, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México y Texas, con sus inmensas riquezas, pasaron a otra nación en un escalofriante breve plazo de tiempo. Elevaron a Estados Unidos al podio de potencia hegemónica mundial y a México lo hundieron en su particular infierno.
Pocos quieren resaltarlo y recordarlo, pese a constituir un acontecimiento histórico inigualable. En cambio, el oro y la plata que se llevaron los españoles de América está en boca de todos y se sirve en todos los platos. Tengamos presente que el oro que España extrajo de toda América en 150 años es el equivalente aproximado del que México extrae actualmente en algo más de año y medio. Y la plata extraída en las mismas condiciones es la misma que Perú produce en la actualidad en cinco años (Cfr. ABC Historia, 09/07/2022).
¿No da que pensar y huele a tenebrosa malquerencia que un acontecimiento histórico que bate todos los récords y resulta trascendental para entender la historia contemporánea se reduzca y ensombrezca, mientras que otros que no alcanzan –ni de lejos– tal envergadura se magnifique y aireen con inusitada profusión?
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