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Ángel José Trinidad Ferreira.

Ángel Trinidad Ferreira, un periodista influyente pero olvidado

Por José Antonio Aspiros Villagómez

El 24 de agosto se cumplen diez meses del deceso -a los 90 años- del periodista mexicano Ángel José Trinidad Ferreira, autor durante casi tres lustros de la influyente y muy informada columna ‘Frentes políticos’ en el diario Excélsior.

El año de su partida -2021- coincidió con la publicación del libro Charlando con mi padre, escrito por su hijo Emilio Trinidad Zaldívar con los recuerdos de quien dedicó 67 años al periodismo (1951-2018), y había dicho que, si volviera a nacer, sería reportero otra vez.

Las 269 páginas de esta obra contienen los testimonios, experiencias y juicios del periodista que trató a todos los presidentes de la República desde Adolfo Ruiz Cortines hasta Enrique Peña Nieto, con excepción de Felipe Calderón, y fue consejero tanto de varios de ellos, como de otros personajes a quienes inclusive impulsó en su carrera política y le correspondieron con el olvido. En sus charlas con los mandatarios, algunos le dieron informaciones exclusivas.

Reticente en un principio a que se supiera de él y su trayectoria, al cabo de 17 años Ángel Trinidad terminó por aceptar que sus vivencias fueran publicadas y, como ya estaba enfermo, se le dio celeridad al libro que alcanzó a conocer ya impreso e incluso firmó algunos ejemplares, lo cual emocionó a su familia, acerca de la cual también hay cálidas menciones de Emilio en la obra, en especial de sus hermanos Carlos y Mario, ya fallecidos. Ángel y Raúl son sus otros dos hermanos, quienes también aportaron material para el libro.

 Editada y distribuida por Fernanda Trinidad Hernández, hija de Emilio y nieta de Ángel, esta publicación que también incluye un vasto archivo fotográfico contiene numerosos testimonios y juicios acerca de políticos, periodistas y jefes de prensa, varios ya fallecidos. Entre ellos, colegas “perversos que preferían los bolsillos llenos y la ética guardada en el cajón”, mientras que otros fueron “grandes intelectuales y académicos” que enseñaron al personaje “el arte de pulir su estilo y concretar su madurez profesional”.

Los inicios de Trinidad Ferreira en el periodismo fueron en 1951 como reportero de la Segunda Edición de Excélsior y comenzó a ganar notoriedad cuando se hizo cargo de la columna ‘Frentes políticos’ en la edición matutina por encomienda del director general, Rodrigo de Llano. Estuvo en la Cooperativa Excélsior hasta 1976, cuando se marchó al lado de su ya para entonces compadre Julio Scherer García.

Después fue columnista de El Heraldo de México, El Sol de México, El Universal y La Afición. En dos de esos periódicos además fue director. Cuando Emilio Trinidad dirigió por tres años Milenio Estado de México, su padre colaboró en ese medio. Aparte, hizo un noticiario de Excélsior para el canal 2 y fue director del Sistema Nacional de Noticieros de Imevisión, canales 7 y 13.

El libro no lo dice, pero también fue miembro del Club Primera Plana -una asociación de periodistas fundada en 1959-, según vimos en un comunicado de prensa de 2002, donde aparece como contralor suplente durante la presidencia de Julio Pomar.

Uno de los temas en las charlas de Ángel y Emilio fue el de los reporteros y columnistas que recibían dinero de los jefes de prensa y obsequios de los funcionarios, que incluían hasta pent-houses o atenciones especiales en las giras, tales como -en un caso- una limosina para sus traslados, con chicas y bebidas a bordo. Da nombres de los beneficiados.

Ángel T. Ferreira, como también se le conoció, nunca aceptó esas dádivas, pero como su nombre aparecía en las listas, los jefes de prensa se quedaban con el dinero destinado a él. Alguna vez devolvió una bolsa con cien centenarios y se los quedó el mensajero, al cual identifica. Cuando dejó Excélsior, Regino Díaz Redondo y Guillermo Cantón se apropiaron de sus comisiones del año por publicidad.

De hecho, al final de su trayectoria carecía de cuentas de banco, de alguna pensión del IMSS o del ISSSTE o de propiedades que pudiera vender para subsistir, y quienes se decían sus amigos cuando él fue un influyente columnista, ni las llamadas telefónicas le tomaban cuando ya por su encumbrada posición pudieron ofrecerle algún empleo.

El ingreso que ya a edad avanzada tenía en la Cámara de Diputados, se lo quitaron Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo, así que acudió en busca de empleo con el ex presidente Carlos Salinas, quien le dio una cantidad de dinero y le ofreció ver cómo podía aprovechar su experiencia, pero no hubo nada.

Ante todo ello, Emilio Trinidad percibió que su padre estaba dolido por “la falta de solidaridad y de aprecio que ilusamente creyó le tenían cientos de aduladores de antaño”. Sus “amigos” simularon serlo mientras les duró el interés por figurar en las columnas políticas del periodista y después lo ignoraron. También lo olvidaron -afirma el autor del libro- sus dos únicos compadres que aún viven: Heladio Ramírez y Alfredo Ríos Camarena, a quienes apoyó en sus inicios en la política.

Pero tuvo épocas en que organizaba en su casa comidas con colegas periodistas, políticos y hasta toreros. Su amigo Carlos Hank González le dijo en una ocasión que “un político pobre, es un pobre político”.

En las charlas para el libro, Ángel tuvo elogios para varios de los personajes que trató, pero también mencionó que vio entrar a muchos a sus cargos con un nivel modesto de vida y salir con fortunas y residencias. Habló de funcionarios que fueron a parar a la cárcel, e hizo notar que nunca vio tras las rejas a un periodista corrupto.

Cuando su compadre Julio Scherer dirigió Excélsior, creyó que Trinidad vivía a todo lujo y le pidió invitarlo a comer para constatarlo, pero terminó apenado luego de conocer su casa en obra negra y ver los dos préstamos hipotecarios para el terreno y la construcción.

Scherer también lo ilusionó al ofrecerle la dirección de Últimas Noticias, cargo que finalmente le dio a quien sería su enemigo, Regino Díaz Redondo, para “dolor y decepción” de Ángel. Hay en la obra un señalamiento fuerte contra Regino por una apropiación millonaria de recursos.

Ya en los tiempos actuales, los de la “cuarta transformación”, Julio Scherer Ibarra, el hijo del fundador de Proceso y consejero jurídico (2018-2021) de la Presidencia de la República, olvidó su aserto de que “los Scherer y los Trinidad somos familia”, cuando Ángel quiso participar en la campaña de Andrés Manuel López Obrador y sólo le daba citas que luego cancelaba y nunca tuvo tiempo de recibirlo.

Ángel T. Ferreira se quedó con las ganas de ser embajador en Australia -único continente que no conoció- y le comentó a su hijo que de haber sido presidentes Francisco Labastida Ochoa o Roberto Madrazo, lo hubieran nombrado.

Emilio Trinidad Zaldívar menciona en la obra aquí reseñada, que hará un nuevo libro sobre las múltiples entrevistas, crónicas, reportajes y columnas políticas de su padre, quien también tuvo charlas “off the récord” con muchos políticos, las cuales -dice- “hasta hoy, no verán la luz pública”.

El portal de noticias relevante.mx, de la familia Trinidad, tiene a la venta el libro Charlando con mi padre, cuyo autor “conoció la teoría” del periodismo en las mismas aulas de la Escuela ‘Carlos Septién García’ donde estuvo este tecleador, y algunos de sus “grandes maestros” -destacadamente Alejandro Avilés- fueron los mismos para ambos.