El aeropuerto de la Ciudad de México, que ahora llamamos Benito Juárez, fue inaugurado en 1952 por el presidente Miguel Alemán, en la lógica de obra pública moderna, funcional e institucional que caracterizó la etapa de la posguerra (Ciudad Universitaria, el Centro Histórico, los hospitales del IMSS, las escuelas de la SEP, los mercados públicos). Este aeropuerto fue diseñado por el arquitecto Augusto H. Álvarez, reconocido representante del movimiento moderno en México, quien vino a sustituir los tejabanes donde se albergó el aeropuerto que inició en 1928, cerca de los llanos de Balbuena, donde en 1910 el capitán Alberto Braniff realizó el primer vuelo de avión sobre la ciudad y donde, en 1911, el presidente Francisco I. Madero voló 11 minutos.
Según los analistas, el proyecto de Augusto H. Álvarez logró, por primera vez en la historia de la arquitectura, sintetizar en un edificio eficiente, moderno y bello, el complejo programa de operación y funcionamiento de un aeropuerto.
Constaba de un solo cuerpo largo. Al frente un estacionamiento descubierto, se cruzaba una calle, un pasillo con los mostradores de las aerolíneas, sala de espera, pasarela al aire libre, pero cubierta hasta llegar a la escalerilla del avión. Los parientes podían despedirse desde unos patios descubiertos cercanos a las pasarelas. Entre el auto y el avión no se recorrían más de 50 metros.
Ese aeropuerto tenía 33 posiciones de contacto y 20 remotas. Después de múltiples remodelaciones y ampliaciones, llegó a manejar 21 millones de pasajeros al año.
Agárrense…
Pues, paradójicamente, el aeropuerto de Santa Lucía, que es sólo la mitad del que se presentó en la maqueta el día de la primera piedra, tiene la misma longitud (un kilometro), 32 posiciones de contacto y 11 remotas. Cuando opere a toda capacidad manejará 20 millones de pasajeros al año.
Urge un fuerte o la botella
Sí, gracias a la 4T, estamos igual que hace 70 años, ¡así como lo está leyendo!, y con la gran diferencia de que el proyecto de Augusto H. Álvarez está en los libros de historia de la arquitectura del siglo 20.
Santa Lucía no tiene arquitecto. El NAIM era proyecto de Norman Foster, uno de los arquitectos vivos más importantes del mundo, autor del aeropuerto contemporáneo con servicios por debajo y estructuras ligeras. Además, ha construido los principales aeropuertos del mundo durante los últimos 50 años.
El proyecto original de Santa Lucía fue encargado a Francisco González Pulido. Como él mismo confesó en varias entrevistas, entregó el plan maestro y después no volvió a saber nada ni ha supervisado –como debería ser normal– su ejecución.
Santa Lucía ‘Sí’ es único en el mundo
Es el primer aeropuerto sin arquitecto. Y se le nota, tiene la estética de las obras del Ejército, que se podrían clasificar dentro del arte ‘naif’, por su candidez e ingenuidad. El arte ‘naif’ es muy simple, poco sofisticado y es realizado por artistas que no han recibido capacitación formal en una escuela de arte o academia.
Ah, también es el único en el mundo que requiere, para presumir sus obras, llevar a los invitados en avión desde el AICM.
Puede que los ignorantes se entusiasmen con sus baños decorados como trajineras –como si eso fuera México–, pero para el viajero normal seremos motivo de burla y lástima. Y qué decir del Museo del Mamut. Sin comentarios…
Ojo, y no menos importante
También falta ver si las líneas internacionales autorizan a sus aeronaves aterrizar o si las aseguradoras internacionales protegen a sus aviones en un aeropuerto que no cumple con todas las normas de seguridad.
Y ya que hablo de la falta de seguridad…
¡Qué les cuento! –Por favor, váyase por un pan y un alcohol–. Que el aeropuerto internacional de Acapulco está operando en condiciones inseguras y deprimentes desde el temblor de septiembre del año pasado, ¡así como lo están leyendo! Aquí las pruebas.}
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