Semanario El Pionero

Expresión de Mexicali y su Valle

Maíz transgénico en la mesa de los mexicanos

Por Amapola Nava
Segunda y última parte

* verificar los resultados
Los investigadores querían estar seguros de que su resultados fueran confiables, así que repitieron las pruebas tres veces para cada producto y mandaron una submuestra a la empresa Eurofins para comparar sus resultados.
“Eurofins es una empresa de detección de transgénicos certificada, con sede en Alemania, y de las mejores evaluadas en todo el mundo. Y hay una coincidencia de 99.99 por ciento entre sus resultados y los nuestros, en todas las muestras. Hubo un único caso en el que hubo una discrepancia, pero después de una revisión se vio que nosotros teníamos la razón. Eso ya nos dio mucha más confianza en nuestros resultados”, comenta Elena Álvarez-Buylla.
Además, el grupo de científicos guardó muestras de los 367 productos que analizó, por si algún otro equipo de investigadores quiere comprobar los resultados obtenidos.
“Estos productos están también disponibles para su reanálisis en los supermercados y tortillerías de este país, mientras que no cambien las políticas públicas en torno a la protección de nuestro alimento básico”.

MAÍZ TRANSGÉNICO Y GLIFOSATO
“Básicamente hay dos tipos de desarrollos transgénicos aprobados en el mundo: uno que contiene un gen para la tolerancia a un herbicida, llamado Faena, que le confiere a la planta tolerancia a su componente principal, el glifosato; el otro contiene una bacteria, Bacillus thuringiensis, que le confiere resistencia a una plaga de lepidópteros (insectos comúnmente conocidos como mariposas)”, explica la investigadora.
Pero las plagas de lepidópteros solo son importantes en Europa y Estados Unidos. En nuestro país no son un problema real. Por otro lado, el herbicida glifosato ha sido clasificado como posible cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud, y ahora sabemos que penetra en los tejidos de la planta y llega a los alimentos, señala la investigadora.
De hecho, cerca de 30 por ciento de los alimentos analizados en el estudio de Elena Álvarez-Buylla tenía rastros del herbicida.
“Además, el maíz transgénico que se está importando de Estados Unidos no solo es transgénico y viene con glifosato, también es un maíz híbrido de mucha menor calidad nutricional que el maíz nativo mexicano, porque tiene un índice glicémico mayor y no tiene tantas proteínas ni fibras, como el maíz nativo, y tampoco tiene los antioxidantes que están presentes en grandes cantidades en muchos de los maíces nativos mexicanos”.
Para la investigadora, los resultados del estudio son aún más sorprendentes al considerar que durante el gobierno de Vicente Fox, se hizo un compromiso para que el maíz transgénico importado solo se utilizara como alimento para animales o para procesos industriales muy elaborados. Aunque este compromiso no está escrito en ninguna norma.
Para Elena Álvarez-Buylla, México, al ser centro de domesticación y diversificación del maíz, debería impedir la entrada de los transgénicos de esta especie a su territorio. Para la investigadora, los cultivos de transgénicos no solo amenazan la diversidad genética del maíz, también afectan la agricultura campesina y la salud del ser humano.

EL ETIQUETADO
Para Elena Álvarez-Buylla, etiquetar los alimentos que contienen maíz transgénico sería lo mínimo aceptable que la industria alimentaria tendría que hacer. Pero también considera que el simple etiquetado no protegería a la población de los posibles daños que pudiera ocasionar el consumo de transgénicos.
“Por ejemplo, ya se ha comprobado la relación entre algunos colorantes y algunos tipos de cáncer y alergias, eso llevó al etiquetado. Ahora si tomas cualquier producto del súper, puedes ver que indica qué colorantes tiene con una clave: una letra y un número. Pero igual la gente no tiene idea de qué significa y el etiquetado no impide que los sigan comprando y consumiendo”.
Para la investigadora, la solución no está en el etiquetado sino en los marcos regulatorios que deberían impedir que el maíz transgénico llegue al alimento de los mexicanos.
“Ahora, en lo que esto se logra, deberían etiquetar, si no etiquetan es porque se ha hecho tanta conciencia, por el trabajo de muchísimas organizaciones de productores, campesinos, sociedad civil y científicos, que las corporaciones se preocupan porque la gente ya tiene demasiada información y rechazaría los alimentos etiquetados como derivados de transgénicos. Desgraciadamente en la ley de bioseguridad ganaron las empresas por el no etiquetado”.

UN DEBATE ABIERTO
El beneficio que trae el uso de transgénicos en la agricultura y su inocuidad para el medio ambiente y para la salud humana todavía son cuestión de debate entre la comunidad científica.
Los científicos que apoyan el uso de transgénicos tienen como argumentos principales que su uso reduce drásticamente el uso de agrotóxicos; que son sustancialmente equivalentes a las plantas no modificadas por ingeniería genética, pues solo tienen uno o dos genes de diferencia con ellas; y que los transgénicos se han consumido por más de 20 años sin consecuencias para la salud humana, además de que no ha habido estudios que demuestren su toxicidad.
Por otro lado, el grupo que rechaza su uso, discrepa con estas premisas y arguye que la cantidad de pesticidas y herbicidas en el mundo no se ha reducido con el uso de transgénicos; que las plantas transgénicas no son equivalentes a las no transgénicas, pues no todo en un organismo se define por su ADN, y el desarrollo de la epigenética lo comprueba; y por último, que la relación entre consumo de transgénicos y la salud humana puede ser muy compleja y que la ausencia de estudios que muestren un daño directo no significa que los transgénicos sean seguros

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